jueves, 10 de marzo de 2011

Tejidos Hernandez... un histórico comercio de Molina de Segura

Desde 1948 podemos disfrutar de un negocio como el de Tejidos Hernandez, todo un referente en la historia de Molina de Segura. Por allí hemos pasado todos los molinenses en algún momento a lo largo de nuestra vida. Y esperemos que siga estando allí mucho tiempo, gracias a su continuador Felipe.




La Historia de Virtudes ... de Molina de Segura

Memorias de infancia en Molina de Segura

MEMORIA Y NOSTALGIA

Dedico a mis hijos estos entrañables recuerdos de Molina de Segura, el pue­blo en que nací y viví los primeros once años de mi vida y, a cortos periodos, durante la Guerra Civil Española, de 1936 a 1939.
PRÓLOGO
Después de pensarlo mucho, he decidido fijar en el papel los dispersos recuerdos que tengo de mi vida en el lugar donde nací. Estas deshilvanadas notas no ten­drán interés para casi nadie, pues son remembran­zas de cuando era una niña de escasa edad que vivía muy pro­tegida, y que apenas salía de mi reducido en­torno.
Si por lo menos estas inquietudes sobre mis re­cuerdos me hubieran asaltado cuando mis padres aún vi­vían, hubieran podido estos informarme de muchas co­sas, pues mi madre era natural de Molina, y mi pa­dre desempeñó allí su función docente durante diecio­cho años, estando en plena madurez ambos y soste­niendo extensas relaciones sociales con gran parte de la pobla­ción. Pero no viven ya. Me falta, por tanto, mu­cha infor­mación sobre el modo de vida de un pueblo de mediano tamaño, del primer tercio del siglo XX, y de un carácter tan eminentemente agrícola, que las tres únicas fábricas que allí había durante mis prime­ros años de vida eran de conservas vegetales.
En Molina han vivido varias generaciones de mi fa­milia materna, los Peñaranda, muy numerosos y bien conocidos. Un hermano de mi abuela Magdalena, Vicen­te Peñaranda Moreno, fue en 1933 Alcalde de la locali­dad. Buena parte de todos esos Peñaranda están ente­rrados en nuestro panteón familiar del cementerio mu­nicipal.
Espero que, después de mi muerte, mis hijos re­lean estas páginas con algún interés, y sepan cómo era la Molina de entonces, el pueblo en el que nació su madre.
I
Me llamo Virtudes y vine al mundo en el pueblo de Molina de Segura, situado a unos diez kilómetros al nor­te de Murcia capital.
Mis padres fueron don Victoriano López Soler y doña Filomena Sánchez Peñaranda. Él era natural de Villa­nueva del Río Segura, y maestro nacional con des­tino por entonces en Molina; ella era del pueblo. Se co­nocieron, no obstante, en Villanueva del Segura, pues mi ma­dre vivía allí a temporadas con sus tíos Virtu­des, de quien viene mi nombre, y Pedro, que era el Se­cretario de su ayuntamiento. Tras varios años de no­viazgo, de pasar mi padre veinte meses en la Guerra de África, y de ven­cer la resistencia de mi abuelo Pe­dro, padre de mi ma­dre, los que serían mis padres de­cidieron contraer ma­trimonio el 24 de agosto de 1923 en la Iglesia Parroquial de Villanueva.
Alquilaron una casa en la molinense calle de San Vi­cente, próxima a la escuela graduada donde él ejer­cía, y allí vivieron hasta poco después de mi nacimien­to, el día 29 de julio de 1924.
Después de tener a mi madre más de cuarenta y ocho horas de parto, don Juan Andrés Villena, médico de Molina, y vecino de mi familia materna, ayudado con fórceps, contribuyó a que llegara a este mundo sana y salva al oscurecer del segundo día, pues eran las veinte treinta de sol. Me contaron que, como tantos niños al nacer, lloré un buen rato con desconsuelo, quizás como un anticipo, tras los años de mi infancia y primera ju­ventud por la senda de la felicidad, de que mi vida iba a transcurrir, algunas temporadas, por un ca­mino completamen­te intransitable.
Algo totalmente ajeno a la voluntad de mi familia marcó mi venida al mundo: cuatro meses antes de mi nacimiento falleció el abuelo de mi madre, padre de mi abuela Magdalena y de mi tía Rosalía. Como ésta últi­ma iba a ser mi madrina, y estaba de luto riguroso, mi bau­tizo, unos días después de nacer, no se celebró.
En la calle de San Vicente, vivían con nosotros una chica de servicio y mi primo Carlos, sobrino carnal de mi padre, que estudiaba Magisterio, ayudado y orien­tado por éste. Mi madre contaba que la chica, María Je­sús, era un encanto y muy útil. Cuando mi madre de­cía: "Hay poca agua en las tinajas", contestaba inva­riablemente: "Las he llenado esta mañana, señorita". Cuando le pedía los calcetines de mi padre para ver si necesitaban ser cosidos antes de doblarlos, se los traía listos para colocarlos ya en el cajón de su mesilla. Esta chica había trabajado muchos años en casa de uno de los industriales conserveros, no sé si en la de don Ma­ximino, o en la de don Rogelio. Ambos tenían familias muy numerosas, por lo que nuestra casa debía de parecerle jauja a María Jesús.
La primera anécdota cronológica de niñez que se me ocurre, oída múltiples veces de labios de mis pa­dres, su­cedió cuando era yo un bebé. A Molina vino desde Ma­drid, donde vivía con su familia, la tía Filo­mena a visitar a sus hermanas y a su sobrina. Estaba casada con un médico de La Ñora, el doctor González-Aguilar, a la sa­zón médico de la Casa Real. El hijo ma­yor, Juan, tam­bién fue médico director del Sanatorio de Valdecillas, en Santander, y durante la II República fue Ministro de Sanidad. La tía Filomena era la menor de los siete her­manos de mi abuela, y era a su vez ma­dre de seis hijos que la llamaba cariñosamente Mane­na. La acompaña­ban en el viaje dos o tres de ellos y un enorme perro.
El animal, nada más entrar en mi casa, se acostó a los pies de mi cuna y, a partir de ese instante, sólo per­mitió acercarse a la misma a mis padres. Ni siquie­ra su dueña gozaba de tal privilegio. Al resto de las personas de la familia le estaba vedado rondar cerca de mi cuna, pues el perro se ponía en pie y ladraba fie­ramente.
Todo el mundo comentaba asombrado lo rápida­mente que el animal se había percatado de la situa­ción. Pese a haber sido tan noblemente defendida por aquel perro, nunca en mi vida he sido amiga de los animales domés­ticos.

TODA LA HISTORIA AUTOBIOGRÁFICA LA PODRÁS ENCONTRAR EN EL SIGUIENTE ENLACE MEMORIAS DE LA INFANCIA

miércoles, 7 de julio de 2010

miércoles, 14 de abril de 2010

El mayor meteorito caído en España

En la madrugada del 24 de diciembre de 1858 "las personas que estaban en las calles, en los caminos y en los campos vieron aparecer un magnífico globo de fuego de una brillantez extraordinaria y deslumbradora que, ostentando los colores del arco iris, oscureció la luz de la luna y descendió majestuosamente desde las regiones aéreas". Este es parte del relato de Rafael Martínez Fortún, vecino del municipio murciano de Molina de Segura, en cuyas tierras impactó aquella Nochebuena el mayor meteorito jamás caído en España, según recoge la plataforma de noticias científicas SINC. Cinco años después, la reina Isabel II aceptó donar el bólido al Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) de Madrid, donde se exhibe desde entonces.

l relato de Martínez Fortún aparece en un reciente estudio publicado en la revista Astronomy and Geophysics por los científicos Jesús Martínez Frías, geólogo del Centro de Astrobiología, y Rosario Lunar, catedrática de Cristalografía y Mineralogía de la Universidad Complutense de Madrid. Martínez Frías ha explicado a SINC que el meteorito de Molina de Segura pesaba unos 144 kilos, pero al caer se dividió en varios fragmentos y el más grande es el de 112,5 kilos que se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Además de detallar las características mineralógicas y geoquímicas del meteorito, el estudio se basa sobre todo en el informe de Rafael Martínez Fortún, que se preocupó de registrar legalmente el "testimonio literal de la información ad perpétuam a objeto de acreditar los fenómenos físicos que se observaron al descender un aerolito en la madrugada del día 24 de diciembre de 1858". Este y otros documentos han salido a la luz gracias a la labor de los expertos del archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

"Parecía que descendía a la Tierra una de las estrellas del cielo"

En el informe uno de los testigos declara que, a los "tres cuartos para las tres de la mañana", observó que repentinamente se iluminó el cielo por "un gran lucero de un resplandor que eclipsaba la luna y que caminaba del Mediodía al Norte". Otro comenta que vio descender "un globo de fuego brillantísimo y de hermosos colores, que no parecía sino que descendía a la Tierra una de las estrellas del cielo". "Pasó por encima de esta ciudad a tan poca distancia de la torre de la catedral, que creyeron que iba a tocar en la linterna de dicha torre, pero no sucedió así, sino que recorrió unas tres leguas más, salvando esta ciudad y su término", figura en el documento.

El impacto sobre el terreno produjo tal sacudida que levantó de la cama a los vecinos de Molina de Segura. "Despertaron muchas personas de las que se hallaban durmiendo, y todas, excepto las que observaron el fenómeno al aire libre, creyeron que era una de esas tormentas tan frecuentes en esta localidad, llenándoles de terror", continúa el relato. Varios de los testigos del suceso coinciden en señalar que se oyó un gran ruido "como el de un cañonazo", acompañado de un temblor de tierra "parecido al que ocasiona un terremoto".

Algunos curiosos se acercaron al lugar de la caída unos días después, "y quedaron todos confusos sin saber quién podría haber producido aquello". Removieron la tierra y no encontraron nada, así que "olvidaron completamente" lo acontecido. Posteriormente, "durante la siega de la cebada", a uno de los segadores le llamó la atención el hoyo formado por el meteorito "y escarbando con la hoz tocó un cuerpo duro y resistente, lo que comunicó a sus compañeros", cuya curiosidad les animó a cavar el terreno.

"Encontraron una piedra de figura cuadrangular, color negruzco y de un peso extraordinario comparado con su volumen, pues tenía diez arrobas y quince libras, lo cual, unido a que no se parecía a piedra alguna de las que ellos habían visto hasta entonces en aquellos alrededores ni en otra parte, les llamó sobremanera la atención, quitándole uno de ellos un pedazo con un golpe que le dio con una maza de hierro", detalla el informe.

Rafael Martínez Fortún decidió remitir el aerolito a uno de los museos del Reino, "para que estando a disposición de los hombres de ciencia, lo estudien con la atención debida", recibiendo en 1893 la autorización de Isabel II para su conservación y exposición en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Con el paso de los años algunas piezas pequeñas del bólido se repartieron también por diferentes colecciones e instituciones del mundo, como el Museo de Historia Natural de Reino Unido, el Museo Field de Chicago (EE UU) o la colección de meteoritos del Vaticano.

Fuente: elpais.com - molinadesegura.es


viernes, 22 de enero de 2010

Lucas Guardiola Rodríguez


Lucas Guardiola Rodríguez nace en Molina de Segura el 24 de julio de 1959, en el seno de una familia numerosa. Estudió E.G.B. en el municipio y más tarde cursó estudios en Sanje, de Alcantarilla, donde, en plena adolescencia, se interesó por el mundo del teatro, de la mano de Manuel Muñoz Hidalgo, participando en giras con la representación de El médico a palos y El enfermo imaginario, de Molière.

Desde muy joven entra en contacto con el mundo cultural molinense, participando en actividades de ámbito literario, teatral y cinematográfico, como es el caso del grupo teatral Pandora, con el que colaboró asiduamente. En 1979 se desplaza a Madrid, para estudiar Imagen y Sonido en la Universidad Complutense. Es un tiempo de vanguardias, de enorme dinamismo cultural, donde el joven Lucas Guardiola se empapa de corrientes artísticas y creativas, especialmente en el ámbito del cine, llegando a participar en 1981 en el rodaje de la película Rojos, de Warren Beatty y otras películas que se rodaron en Madrid.

Viajaba con frecuencia a Nueva York, y dominaba los idiomas francés e inglés, lo que le proporcionó numerosos contactos, siendo relaciones públicas de Tour Madrid y delegado para España e Iberoamérica de la revista Delegates.

El 10 de enero de 1992, con apenas 32 años, falleció a consecuencia de una enfermedad. La imagen de Lucas Guardiola Rodríguez está unida a la historia de la cultura molinense. Hombre adelantado a su tiempo, inteligente, trabajador, enormemente afable y generoso, así como familiar y cercano, proyectó su vida en entorno de la cultura.

Fuente: Ayuntamiento de Molina

lunes, 21 de diciembre de 2009

Orígenes del Fútbol Molinense

En 1923 apareció el Sport Club Molinense que tuvo en su momento gran relevancia y afición del pueblo molinense. Posteriormente, aparecería el equipo local de Los Luíses F.C. que se federó y disputó diferentes partidos entre 1925 y 1927. En 1929 aparecería el Club Deportivo Molinense Balompié, conocido como “El Balompié” que también participaría en torneos regionales.

Ya entrados en los años 30 surgirían el F.C. Molina, El Trueno, el Club Deportivo Ateniense (también conocido como Los Peleles), el Athletic Club o el Pelicano F.C.


Imagen: 1950 Juveniles del C.D. Molinense.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Árabes molinenses

La primera referencia escrita en documentos árabes donde aparece el nombre de Molina la relaciona con los omeyas, que entraron en territorio murciano y acamparon frente al Hişn Mulīna en 896. Se conocía como Mulinat as-Sikka, es decir, Molina de la Calzada ―posteriormente castellanizada como Molina la Seca―. Otra cita se sitúa dos siglos después (1096) cuando el Cid Campeador vino para reunirse con el rey Alfonso VI, e ir juntos a la defensa de Aledo, pero no se vieron por partir el rey antes de su llegada.

El reyezuelo almohade Ibn Mardanis (en castellano Martínez, aunque los cristianos le llamasen el Rey Lobo) (1146-1172) mantuvo enfrentamientos con los almorávides, ocupó Albacete, Játiva, Denia, Jaén, Baza, Úbeda, Guadix, Carmona, Écija y Granada, amenazó Córdoba y llegó a poner cerco a Sevilla. Sostuvo buenas relaciones con los cristianos y logró largos periodos de paz que engrandecieron y enriquecieron su reino permitiéndole emitir moneda. Fortaleció Molina fortificando la muralla exterior y sangró el río Segura por la Algaida construyéndose un azud para regar sus tierras y del que partía la acequia Mayor suministrando agua al castillo, con lo que consiguió un aumento de población.

fuente: wikipedia