Vestigios de la cultura paleolítica y del bronce, así como del pasado íbero, cartaginés y romano, acreditan que el territorio molinense fue lugar de peregrinaje o estadía de pueblos y civilizaciones ancestrales.
Con la llegada de los árabes, Molina de Segura cobró mayor identidad y se convirtió en fortaleza, adoptando la denominación de Mulinat as-Sikka y experimentando un período de esplendor en manos del Rey Lobo.
La Reconquista la depositó en manos castellanas y cambió su nombre por el de Molina Seca, siendo camino real de Castilla. Pasó por el dominio de diversos personajes del medievo, como el controvertido don Juan Manuel, y llegó a ser cabeza del marquesado de los Vélez.
En los tiempos modernos, Molina de Segura sufrió graves crisis, y fue azotada por la peste. Pero también fue iluminada con las luces del desarrollo económico y demográfico, apoyado en la modernización de los cultivos de la huerta y el esplendor de la seda.
Molina de Segura entra en época contemporánea bajo el poder de la familia Zabalburu, y con una economía agrícola y rural que, gracias al auge de las industrias conserveras vegetales, se torna industrial y urbana de forma espectacular en el siglo XX.
Hoy, Molina de Segura mira optimista al futuro, convertida en una ciudad moderna, industrial y comercial.
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